Las calaveritas

El dulce sabor de la muerte


José Carlos Aviña
Calaveritas de azúcar

La pintura vegetal les da colorido

Las simpáticas y variadas formas que los mexicanos hemos encontrado para representar a la muerte a través del tiempo, han transformado a ese ser opaco y triste en uno coqueto, alegre, bromista, hábil, divertido y sarcástico.

En nuestro país, la muerte se sufre cuando sucede, pero el 1 y 2 de noviembre, se pinta, se escribe y se come… y para saborear la dulce muerte y preservar nuestras tradiciones, se preparan unas deliciosas calaveras de azúcar, de chocolate o de amaranto.

Desde antes de la Colonia y hasta nuestros días se ha preservado la tradición que, aunque no ha permanecido al margen de las influencias culturales, religiosas e ideológicas, continúa con vida: la celebración a los muertos. Así, año con año, el 1 y 2 de noviembre se dedican a nuestros seres queridos que ya no habitan este mundo.

En todo el territorio nacional se realizan fiestas y rituales que varían de región a región, ya que no es la misma forma en que se desarrolla en Oaxaca que en San Luis Potosí, por ejemplo, aunque por lo general es común la asistencia de los familiares a los cementerios para limpiar las tumbas y adornarlas con flores, como ocurre en Mixquic, en Tláhuac.

Calaveritas 02

Parte indispensable de las ofrendas de muertos

Desde las vísperas del 1 y 2 de noviembre, los centros comerciales, las calles y hasta las panaderías empiezan a inundar de flores de todos tipos y colores, adornos en los que predomina el naranja del cempasúchitl.

Con respecto a las calaveritas, las hay también de cartón o papel maché, además de chocolate, azúcar, amaranto y de las vitrinas de las panaderías asoman los panes de muerto con sus huesitos de harina esponjados; se ven ofrendas, altares, representaciones de la muerte que se alejan mucho de la imagen triste y macabra que toma en otras culturas.

Además de la visita a los panteones, en plazas públicas, centros de trabajo, escuelas y hogares se colocan ofrendas o altares en honor de quienes han muerto; esos rincones son decorados con flores, alimentos, bebidas, fotografías y golosinas, entre otras cosas. Dignos de admirarse los que se preparan en Xochimilco.

Las calaveritas son uno de los símbolos más representativos de estas fiestas: las hay dibujadas, recortadas en papel de china picado, hechas con cartón o con trozos de periódico y engrudo. Se dice que sus antecedentes simbólicos se encuentran en las imágenes de los rostros descarnados y las figuras cadavéricas de algunas deidades aztecas como Mictlantecuhtl  -señor de las profundidades de la tierra donde moran los muertos- y su esposa Mictecacihuatl, la Coatlicue -la vieja madre de todos- y Miquiztli -dios de la muerte-.

Calaveritas.- Toda una artesanía

Toda una artesanía

Las ofrendas simbolizan tres niveles: "la mesa representa la Tierra; la parte baja el inframundo, con sus nueve niveles prehispánicos, y la parte superior, el cielo".

Pero la centenaria tradición mexicana de endulzar la muerte no sólo se refleja en la representación caramelizada de los cráneos, sino también en pinturas y grabados como los del artista José Guadalupe Posada (1852-1913), que dio vida a la muerte a través de "La Catrina", un esqueleto engalanado con ropas de mujer que simboliza a la muerte.

También es una tradición escribir textos breves llamados calaveras literarias, que generalmente son en verso y narran de forma graciosa algún suceso relacionado con la muerte de cierto personaje que bien puede estar vivo. Del mismo modo, hay otras, quizá las más populares, que se comen, ya sean hechas de amaranto, chocolate o azúcar.

Así que no dejes de probar una de estas dulces de calaveritas, muchas de las cuales se adquieren para obsequiar a los seres más cercanos, pero como un detalle, con el nombre de aquella persona grabado o escrito en la frente del cráneo llamado calaverita.

Calaveritas de chocolate

Calaveritas de chocolate

Sin embargo, esta añeja tradición también se ha visto amenazada, tanto por cuestiones externas como por las de tipo económico y social, explicó Wenceslao Rosas, uno de los dulceros del valle de Toluca, quien por tradición familiar, se ha dedicado a la elaboración de estos dulces netamente mexicanos.

Explicó que una de las amenazas es, que para elaborar casi un millar de calaveras, necesitó una tonelada y media de azúcar, 20 moldes y mucha paciencia para adornar y detallar con papel estaño, flores, diamantina y esferas de colores, a las que consideró sus mejores amigas. "Las pongo guapas y por eso me dan algunos pesos", ironizó.

Asimismo, sostuvo que otra amenaza es que ahora muy pocas familias en el valle de Toluca se dedican a la elaboración del dulce de alfeñique, pues el chocolate y el amaranto han empezado a ganar espacios en la feria anual de la ciudad y entre los consumidores.

También reconoció que a ninguno de sus hijos le ha llamado la atención saber fabricar calaveras de dulce, y la tradición familiar podría truncarse, pues no está dispuesto a forzar a sus descendientes.

Sin embargo, hizo un llamado para que las autoridades apoyen este tipo de industria familiar, para evitar con ello la pérdida de una de las más bonitas tradiciones mexicanas.

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