Collioure

Mar y montaña de la costa francesa


Por Armando Cerra / Fotos Mónica Grimal
Playa de Collioure

Playa de Collioure

Situado a orillas del Mediterráneo y en la estribaciones de los Pirineos, este es un excelente lugar para disfrutar de la luz, la placidez del clima, la historia y la entrañable cocina basada en los productos del mar.

 “No hay en Francia un cielo tan azul como el de Collioure, de hecho no cierro la ventana de mi habitación y así tengo todos los colores del Mediterráneo en mi casa.”

Esta sugestiva frase la escribió el gran pintor Henri Matisse,  uno de los principales artífices de las revolucionarias vanguardias artísticas de principios del siglo XX.  De hecho, fue el creador del Fauvismo, el  estilo pictórico más influyente de todo el arte contemporáneo.  Teniendo en cuenta que el arte fauvista otorga de un modo radical el protagonismo absoluto a la fuerza del color, a su pureza y a su capacidad para expresar el contenido de cada uno de los cuadros, uno puede tener idea de que la luz mediterránea que impregna Collioure es de una intensidad cautivadora.

Collioure

Escultura de Marc-André Figueres

A los pies de los Pirineos

Fue tal la atracción que sintió Matisse por este pequeño rincón costero del sur de Francia, que invitó a otros artistas a conocerlo y a inspirarse en esa luz, esos colores y esos paisajes que mezclan la tranquilidad del mar con lo abrupto de la montaña, ya que el emplazamiento de Collioure representa el extremo oriental de la cordillera de los Pirineos en su vertiente francesa.

De esta manera, llegaron a la población más pintores de renombre internacional. Algunos como Pablo Picasso o Georges Braque, quienes por aquel entonces, en el vecino pueblo de Céret, estaban fraguando otro de los estilos artísticos clave para entender la contemporaneidad: el Cubismo.

También se instalaron temporalmente en Collioure artistas como Marc Chagall o Raoul Dufy, quien dejó retratada en alguna de sus obras la playa de la población, una playa a los pies mismos de las viejas casas de Collioure, una playa de fina arena y mar calmo que a sus espaldas tiene el Castillo Real, habitado durante la Edad Media por los reyes de Aragón y Mallorca, ya que en esa época, este rincón de Francia estaba bajo dominio español.

Collioure

Lo cierto es que Collioure dista poco más de 20 kilómetros de la actual frontera española, por lo que a lo largo de su historia ha sido una zona de continuas disputas hispano-galas, hasta que definitivamente, a mediados del siglo XVII, pasó a manos de la monarquía francesa. Fue entonces cuando el Rey Sol, Luis XIV, encargó a su principal ingeniero, el marqués de Vauban la remodelación de ese castillo medieval para convertirlo en el fuerte inexpugnable que hoy preside el casco histórico de Collioure.

Aroma y sabor mediterráneos

Muy cerca del Castillo Real se encuentra el viejo puerto pesquero. Ese puerto no ha cambiado mucho su aspecto desde que en la primera década del pasado siglo XX lo pintará otro de los artistas fauvistas por excelencia: André Derain. Hoy, como ayer, siguen atracando aquí pequeños barcos de pesca que salen de madrugada a la faena para llegar a  buena hora de la mañana a puerto con las redes repletas de anchoas.

Callejas de Collioure

Callejas de Collioure

Las anchoas son, sin duda alguna, uno los manjares que todo aquel que visite Collioure debe catar, y de ser posible rociadas con un buen vino de la zona, que puede ser tinto, rosado o blanco, pero que siempre mezcla en su sabor el aroma del mar con la frescura de las montañas que rodean la población y donde desde hace siglos se plantan las vides de forma escalonada para que se aireen con el viento mistral habitual en este territorio.

Pero volviendo a los pintores que han inmortalizado en sus telas a esta pequeña población, también André Derain retrató la enorme iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles. Este templo visto desde el exterior tiene una apariencia austera y sobria, y lo que más llama la atención es su emplazamiento en un espolón natural de la población, de forma que parece que la iglesia se vaya a adentrar en el mar. Precisamente por su ubicación, la gran torre que sirve de campanario, durante siglos cumplió la función de faro para los pescadores y navegantes.

Tierra de marineros

Otro artista que llegó a Collioure  fue Albert Marquet, quien para una de sus obras, eligió representar una vista del pueblo desde una colina cercana de forma que se ven todos los tejados del barrio antiguo de El Moré. Se trata del corazón de la población, el viejo barrio de los marineros y pescadores, donde la trama urbana se convierte en una maraña laberíntica de callejones, en ocasiones conectados por escaleras entre sí.

Este barrio elegantemente conservado es ideal para ver la arquitectura tradicional de la zona. Pero sobre todo durante el paseo por estas callejas se aprecia la gran impronta que todos esos pintores han dejado en la población. A los muchos bares y restaurantes preparados para recibir a los numerosos visitantes, se le suma un elevado número de galerías artísticas y talleres donde en la actualidad siguen trabajando pintores, escultores y fotógrafos que han elegido Collioure como escenario ideal para su arte, como ya lo hicieran los grandes maestros.

Torre de la iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles

Torre de la iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles

En definitiva, visitar Collioure, conocida como la “Ciudad de los Pintores”, supone todo un viaje a la elegancia típicamente francesa, a una cultura mediterránea del saber vivir y a unos paisajes que unen montaña y mar, creando un cuadro hermoso como pocos.

A eso hay que añadir sus delicias gastronómicas, sus posibilidades para practicar deportes como el windsurf, la vela, el senderismo o la bicicleta de montaña, o simplemente relajarse en la playa entre baño y baño, mientras se lee un buen libro, por ejemplo, cualquier obra del poeta español Antonio Machado, quien huyendo de la Guerra Civil se exilió en este lugar donde murió en 1939 y donde está enterrado. Cuenta la leyenda que cuando falleció se halló en el bolsillo de su chaqueta el último verso que escribió:

Estos días azules y este sol de la infancia

Es decir, el espíritu del mar Mediterráneo que recibe, inspira y envuelve a todos aquéllos que visitan Collioure.

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