Sierra Nanchititla

Bosques y peñas en el Estado de México


Salatiel Barragán
Sierra de Nanchititla

Nanchititla, es una palabra náhuatl y significa “lugar de la ruta de Nanche”. Es una planta común en tierras un poco elevadas, donde produce un fruto amarillo de suave aroma y sabor apetecible.

En el suroeste del Estado de México, en los límites con el sur de Michoacán y el este de Guerrero, rodeada por la “tierra caliente”, se encuentra la Sierra Nanchititla. Se ubica en la depresión central de la Cuenca del Río Balsas, un antiguo pliegue geológico que durante millones de años cobijó un cálido mar; son tierras a altitudes promedio de 200 msnm, con valles semiáridos que están rodeados por altas montañas que se elevan hasta los 2,000 msnm, lo que ha creado decenas de cañadas, mesetas, picos y sierras. Entre sus paisajes mas atractivos destacan elevaciones rodeadas de peñas que se hunden en abruptos cañones. Las mesetas están cubiertas por bosques de pinos y encinos, cuyo sustrato calcáreo favorece que existan cuevas y moles derivadas de la erosión de rocas volcánicas, granitos y rocas metamórficas de origen remoto.

Hoy gran parte de esta región forma parte del Parque Natural de Recreación Popular Sierra de Nanchititla; se trata de un área natural donde se protegen 67,410 hectáreas mediante el Decreto Estatal del 15 de noviembre de 1977. Forma parte de los municipios de Tejupilco y Luvianos y ocupa terrenos de propiedad privada, ejidales, y tierras adquiridas por el gobierno del estado para preservar la flora y fauna.

Sierra de Nanchititla

Hoy gran parte de esta región forma parte del Parque Natural de Recreación Popular Sierra de Nanchititla; se trata de un área natural donde se protegen 67,410 hectáreas mediante el Decreto Estatal del 15 de noviembre de 1977.

Aquí, las áreas mejor conservadas son dos parques estatales: Sierra Nanchititla y Sebastián Luvianos, ambos ubicados en una de las más grandes y altas mesetas boscosas del Estado de México. La zona es muy accesible y contiene diversos atractivos como parte de esta remota y poco conocida región de la tierra caliente. Sus elevadas cimas pueden verse al norte del pueblo de Luvianos o al sur del poblado de Bejucos. La sierra se aprecia como una inmensa pared con acantilados verticales de hasta 500 m de altura y en la cima el verde vegetal está a un kilómetro y medio de altura. Por el oeste, cerca de la base de esta sierra escurre el río Pungarancho, un caudal permanente entre los límites del Estado de México con Michoacán.

Sierra de Nanchititla

Cascadas, bosques y fauna

Nuestro recorrido para disfrutar del Parque Sierra Nanchititla, inicia en las instalaciones ubicadas en Palos Prietos, una colonia del poblado de Cañadas de Nanchititla. Nos acompañan varios conocedores y nativos de la región; por ello decidimos visitar la mayor caída de agua, el Salto de Nanchititla, pues la puerta de acceso se encuentra junto a esas instalaciones. Poco a poco penetramos en densos bosques de pinos, salpicados de encinos, por un camino de terracería bien conservado, que comunica las 1,500 ha. cercadas con alambre de púas y malla ciclónica, donde habitan docenas de venados cola blanca, así como varios jabalíes, tejones, coyotes, y más fauna local.

Sierra de Nanchititla

Grandes rocas forman parte del paisaje de la sierra

Pasamos el sitio denominado El Río, más adelante sigue la desviación hacia Mesa Alta, el Filo de la Montaña y Miradores que permiten apreciar las cañadas y tierras amplias, donde destaca Bejucos y poblados como Rincón de Guayabales y Palmar Chico. El camino pasa por el Jato, donde se unen 3 arroyos y lucen bellas pozas y cascadas. A la derecha sigue la Rosa de San Juan y sitios donde la vegetación cambia y terminan los grandes pinos y encinos, que son sustituidos por arbustos aislados, palmas y plantas tropicales.    En la tierra parcialmente desnuda aflora la roca amarillenta hasta llegar al arroyo de la cascada. Cerca, el estruendo del agua que choca con las rocas y la caída de agua, nos atraen hasta un mirador natural para ver el paisaje que en el lejano horizonte termina con las cordilleras del estado de Guerrero.

Es un ambiente de montaña, accidentado y con enormes piedras y pendientes de más de 45° que dificultan la caminata. Las partes bajas y pequeños cerros de material erosionado, lucen caprichosas figuras; según Domingo Arce, se puede bajar hasta el fondo de la barranca, hasta donde cae la cascada, y quizá encontrar venados, zorras o tejones, abrevando. Se trata del salto más notable, con 105 m de altura, lo forman varias caídas que se dice suman 340 m, y al ser observadas desde la distancia semejan una larga línea blanca sobre las peñas desnudas. Esta cascada no es la única en la meseta, pues a pocos km esta la cascada Las Pilas, que cae casi 100 metros, además de otras que llevan gran caudal durante las lluvias.

Casacada Nanchititla

Cascada Nanchititla

Esta sierra es una isla verde y fresca, en medio de tierras donde el sol calienta la mayor parte del año. Al pie de la gran meseta, en los alrededores de los grandes ríos Bejucos y Pungarancho, la selva seca cubrió extensas tierras bajas y aun se conserva en aislados manchones. Las tierras más altas, superan los 900 m y poseen otra vegetación: en las cañadas crecen árboles de Picus, ceiba y parota; cerca abundan tepeguaje, guamuchil y nanche; en las cañadas destaca el bosque mesófilo de montaña, con estratos bajos cubiertos de helechos, musgos, palmas y hierbas de flores coloridas. Las mesetas más altas tienen promedios de 1,500 msnm, donde las plantas ocupan paredes verticales y rocas desnudas; así en esta sierra, con densas áreas de bosques de confieras y mayor precipitación pluvial, el clima es fresco todo el año.

Sebastián Luvianos, bosques y zonas rocosas

En la porción occidental del centro de la sierra, la erosión de antiguos depósitos de piedras volcánicas, ha creado domos de roca desnuda y cañadas labradas en paredes sólidas. Aquí pueden admirarse rocas de formas extrañas, caminar junto a cursos de agua y disfrutar de sitios desconocidos y paisajes imponentes, escondidos en las entrañas de la sierra. Desde tiempos remotos, estas cañadas eran temas de conversación, por ubicarse cerca del Camino Real que conectaba a Ciudad Altamirano con Toluca, que era el enlace para el intercambio comercial, y aun se cuentan anécdotas sobre las grandes recuas de mulas cargadas con productos de Tierra Caliente, y sobre las caminatas de varios días arreando decenas de puercos, para surtir al mercado toluqueño.

Entre los poblados El Salitre y Cañadas de Nanchititla, casi a mitad del camino, entre esbeltos pinos y rugosos encinos, por las curvas del km 12, se encuentra el paraje llamado El Embocadero. Es la cima atravesada por el antiguo Camino Real que unía a Bejucos y Luvianos, por donde pasaban cada martes quienes iban a vender puercos, gallinas y chivos, para comprar chile, frijol, cebolla, y la despensa necesaria para la semana. Este camino en desuso, hoy nos permite admirar uno de los ambientes naturales más bellos de la región, pues posee peñas con monolitos gigantes capaces de impresionar a todos los que se apasionan con las emociones fuertes y con el ecoturismo.

Datos extras:

  • Se puede tomar la ciudad de Tejupilco como base para conocer la región.
  • El Parque Nanchititla, cuenta con servicio de cabañas para renta.
  • Desde la cima de la Sierra Nanchititla, a lo lejos se puede apreciar el Nevado de Toluca.
  • Esta área natural es administrada por la CEPANAF, y cuenta con un Director en el área.

El área protegida Sebastián Luvianos, que ocupa una superficie de 537 has, cuenta con grandes atractivos naturales, entre los que sobresalen sitios como Los Llanitos, el Charco de las Barras y Las Torrecillas; este último es un conjunto de espectaculares peñas, cañadas y formaciones rocosas como la Piedra del Encino, la Piedra del Cuervo y muchas otras todavía sin nombre: se trata de enormes prominencias que sobrepasan el follaje de pinos y encinos. Lo ideal es llegar hasta miradores naturales para admirar espléndidos paisajes con dirección a las cañadas y acantilados de la sierra. Y frente observar las lejanas cordilleras que llegan al horizonte. Entre estos densos bosques es común encontrar tejones, venados, zorros y armadillos, y en el aire se pueden admirar palomas, cuervos, carpinteros y halcones.

La primavera adorna con flores azules, rosas y amarillas, y abundan los helechos y musgos bajo los encinos. Desde el borde rocoso, vemos paisajes de rocas con forma de domos, bolas, paredes, todo de tamaño monumental; abajo entre las cañadas hay cuevas como la de los Olotes, donde se han encontrado antiguos restos de maíz, usado por indígenas que se refugiaban o vivían en ellas. También está la cueva de Los Ladrones, ocupada hasta mediados del siglo XX por maleantes que ahí tenían escondites prácticamente inaccesibles, y que han fomentado antiguas leyendas acerca de tesoros ocultos, sitios misteriosos, oscuros maleficios y apariciones fantasmales. Pero en esta sierra, lo idóneo es recorrer sus parajes conocidos, donde lo mejor es lo que cada uno puede descubrir en cada trecho.

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